"Entendí de qué se trataba y lloré"
hace 47 meses.

Sebastián Rollán es científico social, y vive en Río Cuarto. Escribió esto compartiendo un post de Gocanning, a cinco años de la primera marcha que dio origen al movimiento "ni una menos".


Por: Sebastián Rollán

La primera vez que fui a la marcha de "Ni una menos" lo hice muy convencido de que era necesario un profundo cambio social, y en cierta manera estaba equivocado.
Como científico social considero que si bien me falta muchísimo camino por recorrer, tengo algunas herramientas para poder abordar y entender una temática tan compleja de manera pertinente.
Años de estudios me dejaban muy claro que nuestra sociedad tenía un evidente desbalance entre los géneros y que los hombres hemos tenido un rol predominante y casi absoluto en el ejercicio del poder de las sociedades occidentales conformando un sistema de hegemonía masculina denominado patriarcado cuya cara más terrible era el fenómeno del femicidio. Convencido de entender el fenómeno en cuestión, y con la convicción de que una sociedad más justa y equitativa es posible y necesaria, me dirijo a participar de la marcha.
Cuando llego al lugar me siento un poco raro de estar en una marcha de "mujeres". Trato de evitar, como siempre, los primeros lugares y me quedo por el medio (La metodología del buen investigador es posicionarse en lugares que te permitan ver "todo", lo hago casi por instinto). La marcha comienza, banderas, carteles, megafonos, cánticos, todo similar a cualquier otra manifestación a la cual haya asistido.
Era de noche, al poco tiempo de comenzar a marchar dos chicas con stencil y aerosol dejan plasmado un mensaje que no llego a ver bien de que se trata. De repente, aparece un grupo de chicas todas con remera negra, cruzan en diagonal al flujo de la marcha, se funden en un abrazo sentido a un hombre y una mujer de mayor edad, lloran todos abrazados de forma desconzolada, el hombre y la mujer llevan también remeras negras y unos carteles negros. Todas esas remeras negras tenían en el pecho escrito el mismo nombre, el nombre de una chica asesinada cobardemente hacía unas semanas por un femicida. Allí estaban sus padres, con carteles que pedían justicia, allí estaban sus amigas, con el nombre de aquella amiga que no verán más porque alguien la mató. Las lágrimas cubrían sus rostros, se me hizo un nudo en la garganta y los ojos se me llenaron de lágrimas. La misma escena se repitió un par de veces más, escenas de dolor ante el trágico hecho de que maten a tu amiga, a tu hermana, a tu sobrina, a tu nieta, a tu madre, a tu hija sólo por ser mujer.
Esa noche comprendí cabalmente lo que años de estudio nunca pueden enseñarte, aprendí que no entendía nada, el "Ni una menos" no se trataba solo de un nuevo paradigma social, de una nueva configuración en las maneras de relacionarnos entre los géneros, o de lograr igualdad de oportunidades. Era otra cosa, se trataba de otra cosa mucho más profunda, se trataba del desgarro que siente el alma cuando un salvaje asesina a tu hija adolescente, se trataba del oscuro pesar de saber que jamás volverás a ver a tu amiga, se trataba de la madre que nunca más volverá a acariciar los cabellos de su pequeña niña. Entendí de que se trataba, entendí y lloré.
3 de junio - 5 años de "Ni una menos"

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