Según Facundo Manes, 8 de cada 10 jóvenes tienen síntomas de depresión. En la misma línea, Gustavo Iaies había alertado acerca de los efectos psicológicos del encierro y la soledad en los niños y adolescentes.
Los chicos argentinos terminaron el verano y apenas si tuvieron un par de semanas de clases, cuando comenzó el confinamiento social preventivo y obligatorio. Ya llevan casi cinco meses de cuarentena, con escuela on line (en el mejor de los casos) y todas sus actividades deportivas y sociales suspendidas.
Las cifras relacionada con las consecuencias de este aislamiento son casi tanto o más preocupantes que las de la propia pandemia, sobre todo en lo que respecta a los más jóvenes.
El mejor resumen de la situación, quizás sea el de Facundo Manes, que esta semana expresó que según un trabajo de la FUNDACION INECO, 8 de cada 10 jóvenes del país tienen síntomas de depresión leve, moderada o severa, y más de 6 de cada 10 tienen síntomas leves, moderados o severos de ansiedad.
El neurocientífico puso el foco en que los jóvenes son los más afectados: “Los jóvenes están siendo muy afectados y lo que tenemos que evitar es que esto se haga crónico. La salud es una sola, y si no se pone como prioridad, la Argentina va a tener que ser reconstruida. Si tenemos un pueblo quemado, una sociedad exhausta, por mas que arreglemos la deuda o traigamos inversiones, si tenemos un pueblo deprimido, desmotivado, ansioso, estamos frente a un problema no solo humanitario sino social y económico"
"Somos seres sociales y la soledad es un sentimiento muy importante, como la sed, el hambre y el dolor. Este virus agarra lo mejor de nuestra especie, la capacidad de vincularlo y lo usa en nuestra contra. Tenemos que estar conectados con la tecnología, con nuestros afectos, con nuestros amigos. Tenemos que cumplir el distanciamiento físico, no el distanciamiento social"
Algo similar había expresado en un artículo Gustavo Iaies, director de la Escuela de Gestión Educativa del Instituto Universitario Eseade, acerca de que los contenidos curriculares se recuperarán antes que los efectos psicológicos que dejen el encierro y la soledad en la experiencia vital de niños y jóvenes.
“Me parece que ha quedado claro que, además de contenidos, la escuela propone vínculos y modelos de socialización. La tristeza de los chicos, la sensación de soledad, tiene que ver con estas cuestiones que se han perdido. La melancolía de los adolescentes que no logran pensar un futuro desde su habitación o de los niños que se han quedado sin amigos y sin historias, es grave”.
Es muy interesante el análisis que hace en esta entrevista radial (les recomendamos escucharla haciendo click acá)
"Con los chicos de secundaria empezamos a cruzar una barrera en la que ya no les importa la cuarentena ni la pandemia y empiezan a encontrarse socialmente. Estan muy tristes, muy caídos y tengo la sensación que el mundo adulto no se está preocupando lo suficiente por todo esto" (...) "Los chicos no tienen la sensación de haber perdido el año, si no que se los han robado"
DATOS AL MARGEN
Estos datos de depresión y ansiedad se suman a otros que se vieron, en mayor o menos medida, acentuados por la situación de cuarentena.
A mediados de julio, desde la Fundación Voz (transformemos la secundaria) se difundió un informe que estimaba entre el 25 y el 45% de los chicos de escuelas secundarias tenían riesgo de no retomar la continuidad pedagógica después de la cuarentena.
Hace pocos días Unicef dio a conocer que la pobreza infantil en Argentina llegaba al 62 %, pasado a números reales: la escalofriante cifra de 8 millones de chicos. Esa pobreza no es sólo económica, si no que contempla variables como el acceso a la salud y la educación. Si bien en los últimos meses la cifra trepó acentuada por la caída económica del país, lo cierto es que la pobreza infantil es una deuda que se arrastra desde hace muchos años y no hay ningún gobierno de los últimos 30 años que haya logrado achicar esa brecha.
¡Comparte la noticia con tus amigos!