Sin esfuerzo no hacemos nada, ni en la danza ni en la vida.
hace 52 meses.

Jenny Herrera Browne es bailarina. Hija de artistas, nació en España pero creció entre Monte Grande y el Trébol. Hoy, dirige Grand Jeté, la escuela de danzas desde dónde inculca a sus alumnas su pasión por la comedia musical.


Quiso el destino que esta mujer de sonrisa enorme naciera en España. Sus padres (Alex Herrera y Susan Browne) habían viajado a la madre patria a probar suerte. Tenían apenas veinte años cuando nació su primera hija, Jennifer Herrera Browne. 

“Toda la vida estuve ligada al arte, sobre todo a la comedia musical y a la danza”, cuenta Jenny desde el escritorio de la escuela de danzas que dirige en Canning y que acaba de inaugurar una nueva sede. “Un año más tarde nació  mi hermana. Cuando mis padres se separaron , nos volvimos todos a Buenos Aires. Mi hermana y yo nos quedamos con mi mamá, viviendo en Barrio Uno, en el Trébol y en Monte Grande”

Su padre siempre siguió relacionado al mundo del arte y la educación. Como algo casi innato, Jenny desarrolló la misma debilidad. “Aún si  vivir con mi papá, y teniendo algunos encontronazos típicos de la relación padre-hija, él siempre fue un gran referente”Jenny se refiere a la trayectoria de su padre en diversos ámbitos y sobre todo a su tarea como director de orquesta y comedia musical del Colegio St Mary´s. “La misma pasión que mi padre enseña hoy a sus alumnos, nos transmitió a nosotras de chicas. Sumado a eso, mis padres siempre privilegiaron el costado artístico de la educación formal” Así, Jenny recuerda con un enorme cariño su paso por el Colegio del Arbol , el mítico colegio de Monte Grande donde se gestaron proyectos como Cantaniños. “Fue un colegio de vanguardia, como fuera de tiempo”.

La secundaria pasó entre el Colegio San Marcos y el Euskal Echea, donde siguió dando rienda suelta a su gusto por la danza. “Siempre practiqué gimnasia rítmica y en mi etapa escolar hice danza escocesa en el San Marcos, y la tradicional danza vasca en el Euskal” 

El paso a la madurez la hizo pensar en una carrera tradicional y comenzó a estudiar Contabilidad. “Estudié dos años, pero claramente no era lo mío. Mientras cursaba la facultad, seguía estudiando danzas de manera amateur, en distintas escuelas. Hasta que un día, me encontré estudiando para un final, y me di cuenta que no quería pasarme el resto de mi vida entre columnas de debe y haber. Ese día, decidí tomar el toro por las astas y me fui a anotar en la Universidad Nacional del Arte, que por ese entonces todavía era Instituto Universitariocuenta. “Grande fue mi sorpresa cuando me enteré que el IUNA tenía un examen de ingreso, que era muy exigente. Para entrar a la carrera de Comedia Musical tenía que prepararme en Danzas contemporánea, clásica, jazz, expresión corporal….” 

Por suerte, los años de estudio previo, su capacidad innata y una tenacidad a prueba de todo, la ayudaron. “Ahí me di cuenta que eso era lo mío”, reconoce esta chica que también estudió en las escuelas de Pepe Cibrián y Julio Boca. “El IUNA me dio la técnica y la disciplina que intento inculcarle a todos mis alumnos”

Durante muchos años, alternó sus estudios con su trabajo de coreógrafa en el Colegio St. Marys. “En realidad, uno nunca deja de estudiar y de aprender. Me gustan todos los ritmos y todos los estilos. Y la comedia musical exige una preparación muy completa. Vos podes cantar muy bien, pero si no tenés la técnica que sólo te da la danza clásica, o la postura actoral para saber plantarte en un escenario, no vas a pasar de la primer audición”

En el 2009, Jenny decidió encarar su propio proyecto. “No había en Canning una escuela de danzas realmente profesional. Y finalmente, lo hice con una socia de lujo, mi mamá.”

Desde Octubre del 2009 hasta hoy, la escuela no ha dejado de crecer. Si bien sus principales disciplinas son la comedia musical y la danza clásica, en la escuela se dictan clases de danza contemporánea, jazz, salsa/bachata, tap, reggeatón, hip hop, flamenco, árabe, tango, rock & roll, ritmos latinos, taoc, dancehall, expresión corporal, yoga para niños y canto. 

“Para nosotros, cada alumno es único. Y se acerca a la escuela con diferentes motivaciones y expectativas. Tratamos de potenciar sus cualidades, independientemente de que tomen a la danza como un hobbie o como un proyecto de vida. Y en todos los casos, la técnica y el profesionalismo son fundamentales” 

Quizás esto sea lo que marca la diferencia entre Gran Jeté y otros estudios de danza. Tanto Jenny como todo su staff de profesores inculcan en sus alumnos un sentido de la responsabilidad y respeto por cada disciplina. “No hay magia. Uno puede tener una capacidad innata, pero sin esfuerzo, responsabilidad y práctica, no hacemos nada. Y eso sirve tanto para la danza como para la vida”. 

Este año, se mudaron a una nueva sede en Castex 727, en Canning y tienen alumnos de Ezeiza, Monte Grande y San Vicente.

“Conozco la zona desde chica, la ví crecer y cambiar. Si cada uno se compromete con su comunidad, vamos a crear una sociedad mejor. Y con mi mamá siempre soñamos que Grand Jeté sea nuestro aporte al crecimiento artístico y cultural de Canning.”

 

 

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