Duilio nació en Valentín Alsina y creció en Monte Grande. Durante varios años, se dedicó a la gastronomía, hasta que descubrió, casi por casualidad, su pasión por la lírica 

“En un evento donde cocinaba me pidieron un menú italiano pero con la condición de cantar O Sole Mío. Yo no conocía la letra ni sabía realmente la música, tenía idea de que se trataba pero jamás había soñado con cantar una obra semejante. Estudiando esta canzonetta y escuchando a Pavarotti, el único tenor que hasta ese momento conocía, escuché entre sus grandes éxitos la famosa aria de la Ópera Turandot, Nessum Dorma, y fue en ese momento que me sucedió algo que me cambió la vida. En el momento en que el coro canta y Pavarotti retoma para dar las notas finales, comencé a llorar desconsoladamente. La emoción me embargó y no podía contenerla. Nunca me había ocurrido algo así, nunca. Que algo me llegase de ese modo al corazón. Fue en ese momento que tuve el sueño de, alguna vez, poder conmover a alguien de ese modo, tal como a mí me había sucedido”.

A los 33 años, Duilio Smiriglia decidió patear el tablero y dedicarse a lo que realmente amaba. Se formó en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón y estudió con los mejores. Comenzó un lento pero firme camino a ser uno de los tenores más reconocidos del país, ovacionado en los grandes teatros líricos del mundo desde donde logra conmover al público como alguna vez soñó.  Quizás muchos lo recuerden como el tenor que cantó el himno en Río Grande para el Bicentario de la Independencia, o por haber tenido el honor (y el lujo) de cantar la Misa Criolla en la Basílica de San Pedro.

Sin embargo, si algo define a este hombre es la labor silenciosa que lleva a cabo con el grupo Música para el Alma y otras instituciones solidarias. Smiriglia es un tenor increíble. Pero ante todo es una enorme persona. Más que merecido este reconocimiento.